lunes, 7 de febrero de 2011

La semilla del Diablo, R. POLANSKI



Título: Rosemary’s baby
Director: Roman Polanski
Guión: Roman Polanski, basado en la novella de Ira Levin.
Intérpretes: Mia Farrow, John Cassavetes, Ruth Gorddon, Sidney Blackmer, Maurice Evans, Victoria Vetri, Ralph Bellamy
País: EEUU 1968
Rosemary’s baby (en español, fatalmente traducida como “La semilla del Diablo”) es una película de Roman Polanski basada en la novela homónima de Ira Levin. Cuenta la historia de una joven pareja que se instala en un apartamento, a pesar de que el edificio no tiene muy buena fama debido a los antiguos inquilinos que han vivido en él, con la intención de empezar una vida juntos y tener niños. Rosemary Woodhouse (Mia Farrow) es una chica dulce, frágil y entusiasmada por su nueva vida, y Guy Woodhouse (John Cassavetes) es un actor de teatro que anhela el éxito por encima de todas las cosas.


Pronto conocen a un entrañable matrimonio de ancianos, Roman (Sidney Blackmer) y Minnie Castevet (Ruth Gordon) que viven en la misma planta que ellos y que enseguida mostraran una actitud protectora y paternal sobre la joven pareja.
Una noche, después de sentirse mal, Rosemary se desmaya y sufre pesadillas en las que un ser no humano la viola. A la mañana siguiente Guy admite haberle hecho el amor mientras ella estaba inconsciente. La joven quedará embarazada y, con esto, empezaran a producirse una serie de hechos cada vez más extraños entorno a la vida y al embarazo de la joven. La extraña actitud tanto de su marido como la de sus vecinos o su ginecólogo le harán sospechar que todos conspiran contra ella.

La semilla del Diablo es la segunda película de la trilogía de los apartamentos de Roman Polanski, formada por Repulsión (1965), La semilla del Diablo (1968) y El quimérico inquilino (1976), en las que el director pretende crear un clima de suspense y terror sin mostrar nada claro. Esto lo observamos sobretodo en esta película, que, en un momento en el que la presencia de Satán en el cine empezaría a cobrar cierto protagonismo, fue la primera que trató este tema, junto al de las sectas, pero, además, con este estilo único, en el que la insinuación y la ambigüedad tienen más importancia que el mostrar las cosas tal i como son. “Yo no quiero que el espectador piense esto o aquello, quiero simplemente que no esté seguro de nada. Esto es lo más interesante: la incertidumbre”, explicaba Polanski. De esta manera tendremos que esperar al final para saber qué es lo que realmente está sucediendo, qué es real y qué es producto de la imaginación y el miedo.
Polanski crea, pues, situaciones de terror psicológico, de tensión, gracias a esta incertidumbre y, además, a la lentitud de la narrativa, un estilo que no acababa de convencer a los productores pero que fue un éxito y un modelo que aun siguen otras películas de misterio como El sexto sentido o Los otros.
El papel que hacen los actores es otro de los aspectos que dotan a esta película del éxito recibido.

Mia Farrow está abrumadora como Rosemary, una mujer frágil e inofensiva, pero con una gran pasión y entusiasmo. Por aquel entonces, la actriz estaba casada con Frank Sinatra, quien le pidió que dejara la profesión y, al ella no hacerlo, durante el rodaje de esta película el cantante le pidió el divorcio. Por ello, Farrow estuvo a punto de abandonar la producción, pero, gracias a Dios, la convencieron para que continuara.

Para el papel de Guy, Polanski insistió en coger a John Cassavetes: “Necesitaba alguien que pareciera un actor… un actor de Nueva York. Cassavettes se ajustaba al personaje de una manera maravillosa”. El actor también está espectacular.
La pareja de vecinos acaban de formar este elenco de actores geniales que hacen aun más impresionante esta película. Sobretodo Ruth Gordon está espectacular, que con su escalofriante interpretación consiguió el merecidísimo Oscar a la mejor actriz secundaria.
Por último, no nos podemos dejar al protagonista del film, el mismísimo Diablo, que a pesar de ser el centro de la historia, no sale representado en ningún momento. Es más, su presencia pasa, durante la mayor parte de la película, casi desapercibida. Además, es interesante observar los paralelismos entre la historia que cuenta La semilla del Diablo, sobre la concepción de Satán, con la historia bíblica de la Inmaculada Concepción, el nacimiento de Jesús: dos mujeres vírgenes y frágiles que, por obra de un ser superior (el Espíritu Santo por un lado, y una especie de ritual satánico por el otro) concebirán al hijo de Dios y al hijo del Diablo respectivamente. Personajes esperados, en los dos casos, por una serie de fanáticos seguidores.

Un film, pues, tenebroso, perturbador, inquietante y de lo más magnífico que no dejará indiferente a nadie.

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